lunes, 27 de julio de 2009

Vocacion Religiosa Feliz





Yo tenía 23 años, cuando decidí alejarme completamente de y de la . No podía creer en la existencia de . Si existía, no podía existir el dolor. Sin embargo, busqué la ayuda sincera de algunas personas, incluso sacerdotes, pero no encontré una respuesta satisfactoria. Todos me decían: Reza, pidiendo fe. Pero yo no podía rezar, porque no tenía fe. Así que abandoné la , me olvide de y me dediqué a la música, que era lo único que me interesaba en aquel momento.
Pero un día, al cumplir mis padres 30 años de casados, querían que todos sus hijos comulgaran. Yo no sabía qué hacer, quería quedar bien con mis padres para no hacerles sufrir, así que a última hora me fui a confesar. Me emocioné un poco al comulgar, aunque no lo quería admitir. Ese mismo día, compré los evangelios y comencé a leerlos. Lo hacía a la hora de la siesta para que nadie me viera. Leía de corrido, porque deseaba terminar cuanto antes. Leí los tres primeros evangelios sin que sintiera nada especial, pensaba que todo era muy bonito y que eso había sucedido en tiempos de , pero que eso no cambiaba mi vida ni mi dolor de hoy. Sin embargo, llegué a San Juan y en el capítulo 14, cuando leí: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida…, algo se transformó dentro de mí. No pude seguir leyendo, sólo veía: YO SOY EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA. Pero ya no eran sólo las palabras, era una voz que me hablaba fuerte al corazón y que mis oídos escucharon y que me decían lo mismo. Caí allí mismo de rodillas. Había encontrado a . me había salido al encuentro y yo lo amaba y Él me amaba. Las lágrimas brotaron abundantes, lágrimas de arrepentimiento y de amor. Esa misma tarde fui a hablar con el sacerdote. Él esperaba mis preguntas, mis dudas, pero yo no tenía dudas ni preguntas. ya me había respondido.
Así comienza mi pequeña historia de amor que no terminará sino en el cielo. Comprendí que de ahí en adelante debía vivir de fe y creer por lo que no había querido creer. A los pocos meses, entré en el convento. Y ahora quisiera dar hasta la última gota de mi sangre para que un alma descarriada se encuentre con . Amo a con todas las fibras de mi corazón y soy feliz.
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Nací un día de mucho frío en una gran ciudad de Alemania. Mis padres eran protestantes y me bautizaron en la evangélico-luterana. Durante varios años, canté los domingos en la , y durante la semana ayudaba a un grupo de niños que dirigía una diaconisa. A los 15 años, recibí la confirmación.
A partir de entonces, empecé a cuestionarme mi fe y me hacía muchas preguntas sobre la Biblia. El pastor trataba de darme explicaciones, pero yo no me sentía convencida. A los 20 años comencé a estudiar Sicología en un ambiente dominado por sectas orientales, gurus y métodos de meditación. Me inicié en la meditación transcendental. Practiqué el yoga. Muchas veces, hacía ayuno a solo agua… Conocí a una monja budista, que enseñaba raya-yoga, y todos los días iba en bicicleta a hacer con ella la meditación para conseguir la purificación total y llegar a la unión con .
Un día tuvimos en un cine un gran encuentro con un famoso gurú de la India. Tenía unos 70 años, barba blanca y hablaba en inglés. Venían con él muchos acompañantes, discípulos y admiradores. En la pared del fondo habían colocado su retrato y todos le aplaudían mucho. A uno de los Directores le dije: Aquí no seguimos a Cristo. Me contestó: El camino de Cristo es el camino estrecho, nosotros vamos por la autopista y con la meditación del gurú llegamos primero. Todos parecían hipnotizados y yo empecé a orar: Cristo es más fuerte que tú, Cristo es más fuerte que tú. De pronto, el retrato del gurú cayó a tierra y se hizo añicos. Yo me reí de puro gusto y me retiré para siempre de aquellos grupos.
Comencé a leer la Biblia y cada vez sentía más fuerte en mi corazón el deseo de amar a Cristo, repitiendo las palabras Cristo-Amor… Viajé a Italia y, como no tenía dinero, me alojé en la Casa de las religiosas de la Santa Faz, una Congregación dedicada al cuidado de los ancianos e impedidos. Estuve con ellas dos años, asistía con ellas a la y allí empezó el cambio de mi conversión a la fe católica, con la ayuda de un sacerdote y del obispo. (more…)


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